La gente que tiene una casa con jardín y que además tiene perro tiene dos opciones: o dejar que el perro tenga su caseta en el jardín y haga vida allá, o bien, que el perro conviva como un miembro más de la familia dentro de casa.
El hecho de decidir si un perro va a vivir con nosotros o confinado en el jardín tiene mucha más trascendencia de lo que parece.
Para empezar, un perro es un animal muy sociable que necesita sentirse parte de una manada. Las manadas son grupos reducidos de miembros que conviven conjuntamente y realizan tareas juntos de forma jerarquizada.
Cuando un perro entra a formar parte de nuestra familia, él siente a esa familia como su manada. Si en vez de dejar convivir a nuestro perro con nosotros, lo tenemos confinado en el jardín, el perro se sentirá rechazado por esa manada, lo que afectará a su estado emocional.
Un perro que convive en el jardín es mucho menos estimulado mentalmente que un perro que convive con nosotros a diario bajo el mismo techo. Tener estimulado mentalmente a un perro incidirá en el desarrollo de su inteligencia y en su estado psicológico.
Las condiciones físicas a las que está expuesto tampoco son las mismas: un perro que vive en el jardín en su caseta pasa por frío, calor, lluvia, viento, etc. versus al perro que prácticamente todo el año se mantiene a una temperatura regular que oscila entre los 20 y 25 grados.
Todos estos factores influyen y mucho en que el perro sea más o menos feliz, por ello, si tienes un perro confinado en el jardín, no estaría de más valorar la posibilidad de que pueda pasar con su familia todo el tiempo que sea posible durante el día y que únicamente esté confinado en el jardín a la hora de dormir.
Sandra Ferrer. Creadora del Programa de Educación Canino “Cómo Educar a un Cachorro”