Hoy quiero hablaros de Lucas. Lucas es un mestizo de razas de caza que se mudó hace un año a mi barrio.
Sus dueños viven en una casa con un amplio jardín por el que Lucas desde el primer día ha disfrutado como un loco, puesto que venía de vivir desde cachorro en un piso, así que poder cazar lagartijas, perseguir gatos, saltar a por pájaros y saludar a través de la valla a todo el que pasaba por la calle, era su pasatiempo preferido.
Lucas es un perro perfecto: bueno, simpático y sociable con todos, ladra lo justo (cuando algo le inquieta)…
Pero sus dueños pensaron que con tanto jardín no hacía falta sacar más a Lucas. Él se moría por salir… Cada día cuando paseaba con mis perros, corría como loco tras la valla gimiendo por querer venir junto a nosotros.
Entonces empezaron los problemas: cuando podía, Lucas se escapaba, se daba una vuelta y regresaba a casa con la consiguiente riña de sus dueños.
De hecho, tanto se hartaron los dueños de estas escapadas que lo llevaron a castrar pensando que las escapadas eran debidas a algún celo de alguna perra, e incluso, están buscando nuevo dueño para él.
Evidentemente yo me ofrecí a pasearle, sin embargo, me dijeron que ellos podían hacerlo. Pero no lo hacían.
Estas Navidades, marcharon de vacaciones y dejaron a Lucas en el jardín al cuidado de una vecina que se encargaba de darle de comer diariamente.
Pero Lucas no tardó en hacer un agujero en la valla por el que escapar.
Dos días sin saber de él, hasta que por fin, tuvimos noticias de que estaba en la perrera municipal, afortunadamente, sin haber sufrido ningún percance por algún coche.
Lucas se había perdido, no supo volver a casa y se resguardó en un edificio en el que empezó a ladrar porque echaba de menos a los suyos. La policía se hizo cargo de él llevándolo al recinto.
A la vuelta de las vacaciones volví a ver a Lucas ¡paseando con su dueño! La multa de esta huida le costó al dueño 400 euros y a Lucas estar encerrado en su caseta, saliendo a pasear 20 minutos diarios.
Hablé con su dueño: le dije que no le encerrara, que lo dejara en el jardín como antes y que siguiera sacándolo a pasear diariamente, para que agotara energía y se empapara de nuevos olores, pero el miedo a tener que pagar otra multa, tiene a Lucas recluido en su caseta de 2 metros cuadrados hasta que, me imagino, pronto encuentre otro propietario.
Os he contado esta historia porque es la historia de muchos Lucas.
Propietarios que piensan que por tener un jardín amplio ya no hace falta que el perro salga a pasear. Todos los perros, desde los más vagos, necesitan salir a pasear y poder explorar el entorno, olerlo, investigarlo, mearlo…
¡Es el mejor momento del día! Y si alguna vez tu perro escapa, no le riñas: analiza la situación y reflexiona sobre el por qué. Además, riñéndole solo conseguirás que la próxima vez que escape, no quiera volver al primer grito, por miedo a que le riñas.
Por eso, tengas piso, tengas una casa con jardín o tengas una parcela enorme, no importa.
Cada día debes fijar una rutina de paseo con tu perro: para los menos activos, un paseo de 30 minutos basta, que si combinas con juegos es perfecto, y para los perros más activos, no basta con pasear.
Hay que hacer correr a esos perros que tienen mucha energía, jugar con ellos, lanzarles la pelota cien veces si hace falta, pero aportarles lo que necesitan, porque si no lo hacemos, corremos el riesgo de tener un perro infeliz, que necesita calmar su frustración y ansiedad escapándose en este caso, pero en otros casos, la saciarán ladrando, haciendo agujeros, destrozando cosas, etc.
Sandra Ferrer. Creadora del Programa de Educación Canino “Cómo Educar a un Cachorro”
Me parecen muy útil vuestros consejos. Desde Chile, muchas gracias!!!!